Clara Campoamor

Clara Campoamor

Su vida

Hija de un contable y una modista, nació en Madrid en 1888, en el popular barrio de Maravillas, llamado hoy Malasaña. Perteneció a una familia sencilla y humilde, de pensamiento liberal, cercano al progresismo. Los recursos económicos procedían del trabajo de su padre en un periódico madrileño, y de los de su madre y abuela materna.

Por la prematura muerte de su padre se vio obligada a interrumpir sus estudios e inició su vida laboral a los trece años, ayudando a su madre como modista. Después pasa a ser dependienta de comercio hasta 1909, año en el que se presenta a unas oposiciones administrativas y obtiene una plaza en el cuerpo auxiliar de Telégrafos, uno de los pocos a los que podía aspirar por su condición de mujer. Así se convierte en funcionaria del cuerpo de Correos y Telégrafos, ejerciendo en Zaragoza y San Sebastián.

En 1914, se presenta y obtiene una plaza en unas oposiciones para profesora en las Escuelas de Adultos, pasando a ejercer en Madrid. A su trabajo como educadora añade el de secretaria del diario “La Tribuna”. La estrechez económica que padeció en su infancia y juventud no fueron un impedimento para que en 1924, con treinta y seis años, obtuviera una licenciatura en Derecho en la Universidad de Madrid, habiendo pasado por Oviedo y Murcia.

En 1925 fue nombrada miembro del colegio de Abogados, fecha en la que inició sus actividades políticas. Desde ese momento se manifiesta como una luchadora infatigable por la igualdad de derechos.

Tras el golpe militar de 1936, se exilió en Francia, Buenos Aires y posteriormente se radicó en Suiza, donde permaneció hasta su muerte en Laussanne en 1972, ya que el régimen franquista nunca le permitió regresar a España.

Sus ideas

En 1923 expone sus ideas sobre el feminismo, en un ciclo organizado por la Juventud Universitaria Femenina, en la Universidad de Madrid. En 1925 ya manifiesta en conferencias y escritos su preocupación por los derechos de la mujer.

En 1929 forma parte del Comité Organizador de la Agrupación Liberal Socialista, pasando más tarde a pertenecer al grupo político Acción Republicana, que posteriormente, se unirá al Partido Radical.

Junto a Maragarita Nelken y Victoria Kent fueron las primeras mujeres en obtener un escaño en el primer Parlamento republicano, en el año 1931, elecciones a las que Clara Campoamor se presentó por el Partido Radical, siendo elegida diputada por Madrid.

En este año, Victoria Kent se opuso al derecho electoral de las mujeres, porque consideraba que éstas, influidas por la Iglesia, no votarían la República. Esta postura recibió el apoyo de la derecha, y el rechazo de Clara Campoamor, quien proclamaba el derecho al voto femenino, independientemente, de que gustase o no su orientación. Así Clara Campoamor y Victoria Kent, La Clara y La Yema, como se les apodó en la prensa de la época se enzarzaron en un amplio debate . Clara Campoamor mantuvo el principio teórico de la igualdad y llevó el peso de los debates casi en solitario, con la oposición de su propio partido, el Radical, y de la mayor parte de los republicanos. Eran muchos los que se oponían a la concesión del voto femenino: los partidos de la derecha tradicionalista y católica y los partidos republicanos desde posiciones utilitaristas. Al final el asunto se resolvió con una apretada victoria de los partidarios del «voto femenino» frente a los que se oponían, por lo que la Constitución, aprobada por las Cortes republicanas, reconoció la plena igualdad jurídica y política de hombres y mujeres y gracias a la influencia de Clara Campoamor el voto femenino salió adelante. En la Constitución de 1931 el artículo que lo reconocía quedó así: «Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes» y las españolas votaron en las Elecciones Generales de 1933, paradójicamente, el año en que, tanto Clara Campoamor como Victoria Kent, perdieron su escaño.

En 1935, se separa del Partido Radical, quejándose del descuido y la falta de apoyo que desde su partido se presta a los temas de la mujer. En esa época, es nombrada Presidenta de la Organización Pro-Infancia Obrera, para atender a las niñas y los niños asturianos.

Al no encontrar ningún grupo político que apoye abiertamente los derechos de la mujer, pretende, sin éxito, organizar un partido político independiente y se le niega la entrada en el Partido de Izquierda Republicana.

Considerada una de las «madres» del feminismo español, defendió la igualdad de los derechos de la mujer, además del sufragio femenino y también promovió la primera ley del divorcio. Su actividad literaria la desarrolló en los diarios de la época: La Tribuna, Nuevo Heraldo, El Sol y El Tiempo.